El genio le dijo al monje: – "por circunstancias que no comentare, tienes derecho a un deseo".
El monje miro al techo perplejo, había goteras, sabia que el budismo enseña la renuncia al deseo y el había aprendido, no sabia que anhelar, sentía que debía complacer al genio y pedir algo, el genio insistió, su mente vago tratando de encontrar esa sensación de vacio que precede al deseo, al final solo pudo decir:
– "le deseo una buena tarde, señor"
a partir de lo que sucedió después se popularizo la expresión "mal genio"
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